
Hoy nos gustaría abordar a modo de reflexión lo que consideramos pueden ser los ingredientes clave a la hora de trabajar la orientación vocacional y la elección de estudios de nuestros alumnos y alumnas.
Quizá nos ayude tener como telón de fondo la idea de que esto de la orientación vocacional va más allá de la elección de carrera o título de formación profesional. Trasciende a otros aspectos que en muchos casos requieren de un proceso de elaboración en el que el orientador debe funcionar como testigo y acompañante.
Como orientadores, muchas veces cometemos el error de precipitarnos en la recopilación de información de la oferta educativa que el mercado nos proporciona, y nos volvemos locos intentando llegar a todas las carreras ofertadas, a todos los títulos de formación profesional … con el objetivo o más bien con el deseo de “solucionar” la urgencia de los alumn@s y su familias en esta elección tan importante.
El conocimiento del entorno educativo no suple el trabajo necesario que la persona tiene que hacer para poder ser dueño de su elección de estudios.
El primer ingrediente que considero clave es el autoconocimiento. Cualquier proceso de elección implica algo de la reflexión y del trabajo personal, algo de la pregunta por uno mismo…
La elección de estudios toca muchos aspectos clave en la vida de las personas. Implica a toda la familia, pero especialmente al alumn@ aunque no sea consciente.
Este primer ingrediente supone un gran esfuerzo para alumn@s que no están acostumbrados a reflexionar sobre sus cualidades y que en muchos casos no tienen la madurez suficiente para hacer este ejercicio.
La labor del orientador aquí se torna aún más clave, ayudando al alumno a identificar lo que sabe de sí mismo, de sus habilidades o destrezas, de aquello que tiene que mejorar o del malestar con el que puede o no, estar viviendo este momento.
Como todo proceso de elaboración, es necesario huir de la “urgencia” y dedicar tiempo. Poner en palabras lo que soy, lo que sueño, lo que me imagino haciendo, lo que sé hacer y lo que no, es algo que no se puede hacer deprisa.
El segundo ingrediente a trabajar en un proceso de orientación vocacional tiene que ver con el compromiso.
Ser capaces de implicar al alumno como protagonista de esta decisión es imprescindible en este proceso de discernimiento.
Debemos tener en cuenta que los alumnos que acompañamos en este momento, en su mayoría han vivido durante prácticamente toda su vida sin tener que tomar decisiones sobre sus estudios.
Convertirse en agente y protagonista de una decisión tan importante hace imprescindible la presencia y acompañamiento del orientador.
Como habréis podido observar, estos dos primeros ingredientes tienen que ver con un “mirar hacia dentro”, es decir, con un ejercicio de introspección y de madurez que son clave para trabajar el tercer ingrediente: elaborar el plan de acción.
Trabajar sobre un plan de acción implica ahora sí, “mirar hacia afuera”.
Qué está pasando en el mercado laboral, cómo se articulan, en términos de itinerario formativo, las áreas de interés que he podido identificar, cuáles son las salidas profesionales, dónde puedo estudiar, qué le debo pedir al centro donde voy a estudiar…
El papel del orientador aquí, sí requiere de cierto knowhow relacionado con el mercado educativo. Un mercado educativo muy cambiante al que hay que seguir de cerca la pista para poder conocer las novedades que puedan ser interesantes para nuestros alumnos y sus familias.
Es importante que en este momento sigamos implicando al almn@.
Si bien es cierto que el orientador lidera la ejecución de este plan de acción, no debemos olvidar que sigue siendo el alumn@ el que debe sentirse protagonista e implicado en esta decisión que afecta no solo a su desarrollo académico y profesional sin también vital.
Desde el centro profesional JOYFE, os animamos a poner en marcha estos tres ingredientes para trabajar la orientación vocacional con vuestros alumn@s.
#SomosFP